6 de febrero de 2012

1 CAMARERO FRENTE A 200 JUBILADOS


Como cada noche, mientras el segundo turno de comedor acababa de cenar, comenzaba el baile en el salón contiguo a la cafeteria principal. Como cada noche, las 300 sillas estaban perfectamente alienadas a modo de "cine" dejando el espacio para los bailarines enfrente del escenario. Como cada noche, los musicos ( un par de amigos cuarentones vestidos con esas camisas doradas o plateadas de mangas bombachas) se preparaban para el espectaculo (canciones pregrabadas en un sintetizador). Como cada noche entraron los 200 jubilados, del grupo del IMSERSO, que se hospedaban en el hotel, ruidosa y atropelladamente, a la carrera, para coger el mejor sitio, como si se tratara de un grupo de mocosos de guarderia.

Siempre que me tocaba a mi hacer el servicio en el salón de baile me deprimia.

Aquellas personas mayores, sabias por experiencia, educados con los valores del respeto y la moderación, algunos más ágiles que otros aunque siempre acompañados de sus bastones, aquellos venerables ancianos...? se transformaban en ordas de criaturas caprichosas, gritonas, histericas y peleonas por sentarse antes que el prógimo en las primeras sillas de delante del escenario, tal y como, seguro, harian sus nietos a la entrada de un concierto de cualquier estrella del Pop.

He visto darse empujones, codazos y hasta estirarse entre tres o cuatro sillas para reservar el espacio a amigas o compañeros, más retrasados en la carrera. Aquello era peor que el patio de un colegio.

En un principio yo deberia estar para tomar nota de las consumiciones y servirlas desde la barra de la cafeteria, pero a la hora de la verdad, me paseaba con la bandeja debajo del brazo sin nada que hacer ya que nadie pedia nada por no gastar. Las seis u ocho mesas redondas que estaban dispuestas a ambos lados de la sala, las utilizaban los hombres para jugar las ruidosas partidas de cartas y domino mientras las señoras bailaban abrazadas los pasodobles que cantaban los musicos aporreando los teclados mudos de un sintetizador mientras sonaban las melodias pregrabadas.


Asi pasaban las horas, entre "Los pajaritos", "Paquito el Chocolatero", Tangos, Boleros, Pasodobles y el horrendo tema ese de "Coyote Dax" que todos los abuelos saben bailar mejor que nadie.

Aburrido y hastiado, me pasaba la noche vagando entre las mesas de mus y dominó,  escuchando las continuas quejas sobre la comida del comedor, el ruido que hacen los vecinos de habitación, o el horario de las excursiones ( que tendria que saber yo de eso, yo era camarero de bar!), con el ambiente cada vez más enrarecido oliendo a mil perfumes (asfixiantes) y agrio sudor mezclado con otros efluvios corporales.

En alguna ocasión, me veia en desagradable dilema de tener que mediar entre algunas señoras enzarzadas en la diatriba de quien habia puesto antes el pañuelo, la chaqueta o la pashmina para reservar aquellas sillas.

 ".- Camarero, digale a esta señora que yo habia puesto antes el pañuelo",reclamaba  una señora bajita, de voz atiplada y cara de garbancito ".- De eso nada, señora, digale, camarero, digale...¿verdad que no se pueden guardar silla?", respondia airada, rechinando, una señora de nariz aguileña , pintada como una pepona y vestida con lo que parecía una Hippy de la pelicula HAIR.

En esos casos, tomaba la solución salomonica. Me desentendia de tanto absurdo y zanjaba por lo sano. ".- Señoras, son ustedes unas 200 personas, y en la sala hay 300 sillas... No hace falta comportarse como malcriadas criaturas de teta, ¿no les parece?" y me volvia a la barra de la cafeteria para escabullirme en el office a fumar un cigarrillo mientras las señoras se quedaban, algo absortas, con la boca abierta.


(como crios.... son, como crios)