Si me pongo a pensar, no consigo recordar cuando fue la ultima vez que celebre el Fin de Año en una fiesta acompañado de amigos o familiares...? Hasta el momento siempre ha sido -precisamente- una fecha de mucho trabajo entre nervios y prisas por tener a tiempo todo listo a contra reloj, con las preparaciones previas, la organización, el montaje, la frenetica voragine de la clientela desatada y desenfrenada en una munión de falsa felicidad colectiva y embriaguez masiva con consecuencias verdaderamente pateticas las más de las veces y como colofón, la desagradable tarea de reordenamiento y limpieza del particular campo de batalla, con más de una "sorpresa" entre divertida y vergonzosa( ...ropa interior extraviada, huerfanos tacones de zapato femenino, alguna que otra alhaja de bisuteria, media dentadura, una pareja saliendo del W.C. bastante "afectados"...). Asi pues en lo concerniente a la propia diversión, más bien ninguna... o bien pocas.
La verdad y siendo sincero, tambien es cierto que puestos a escoger es preferible asistir a una fiesta y que te paguen por ello a tener que desembolsar de tu bolsillo por asistir al mismo espectaculo, ¿no?
En las diferentes ocasiones en que he estado detras de la barra en semejantes lances, todo y el agobio de las masas lanzando gritos y manos en pos de la ansiada copa, mientras nos desvivimos por intentar complacerles a todos lo antes posible, siempre hay pequeños momentos en que, como un oasis, te puedes permitir tomar un trago con las compañeras de faena y bailar divertidos al observar el "circo"..., y realmente es para desternillarse.
A lo largo de la noche y a medida que avanza la ingesta descontrolada de alcohol ".- Venga!! ... un dia es un dia!!.... alegria, alegria, ponme otra copa!! y tu bebe lo que quieras...!!!". comienzas a ver a los doctos señores que acudieron impolutos en sus esmoquines y costosos trajes de alta costura a la cena previa con ademan altivo, suficiencia sobreactuada y prosopopeya excesiva, como se transforman en el cliché de cómicos borrachines de opereta, coronados de ridículos gorritos de papel y collares de colores, mientras se bambolean por la pista de baile en atropelladas congas o pataleando al son de Paquito el Chocolatero, medio descamisados, a la caza de alguna pobre infeliz a quien manosear y besuquear cual Sátiros desbocados, con las corbatas en la cabeza y resoplando espantasuegras y trompetas de plastico como niños de teta.
En el caso de las damas, tampoco hay mucha diferencia, la verdad. Ellas que se emperifoyaron como estrellas de cine en un estreno y se engalanaron de joyas como arboles de navidad, tras largas horas de peluqueria y maquillaje, para acabar como clones de Amy Winehouse en sus peores momentos, con los zapatos de vertiginoso tacón en las manos y andando descalzas ( o en zapatillas deportivas) arrastrando el bolso y el abrigo -como quien lleva un perro remolon- por el impracticable suelo, sucio, pegajoso y crujiente a causa de la multitud de serpentinas, confeti, restos de comida, vasos derramados y alguna que otra botella rota. Con las medias destrozadas, los vestidos descolocados, el laborioso peinado especial de fiesta hecho un nido de pajaros y el todo el maquillaje y el rimel a brochazos por la cara como un indio en pie de guerra, mientras unas intentan ligarse al camarero por otra copa y otras se dirigen a traspies hacia los lavabos para acabar abrazadas a la taza del inodoro arrojando hasta la ultima papilla.
Poco a poco, a medida que las horas van pasando, las botellas se van vaciando (vertiginosamente!), las situaciones comicas y ridiculas se van sucediendo y va llegando para nosotros -el sufrido personal-, la ansiada hora del cierre con los primeros rayos de Sol.
Y al despuntar el nuevo dia, en los albores de un nuevo y esperanzador año, todas esas ordas variopintas desfilan torpemente hacia las frias calles, entre alaridos y canturreos inconexos, preñadas de alcohol y enjutas de cualquier abismo de vergüenza ajena. Ansiosas de más jarana y jolgorio, a la vez que se arremolinan entorno al humilde churrero que tragina sudoroso entre fogones dentro de la minuscula Roulote, friendo y sirviendo sin parar para la particular masa de hambrientos "zombies", mientras nosotros apuramos una copa de cava entre los compañeros para celebrar el Nuevo Año entre risas y anecdotas, a la espera de pasar por el despacho del empresario y recibir sus felicitaciones y el abultado y merecido sobre.
En fin, a pesar de todo ha sido una noche especial, ¿verdad?...
FELIZ AÑO NUEVO... (o almenos, que este sea ...MEJOR!!)